Ya les he dicho en varias ocasiones que para el cuerpo es lo mismo una rebanada de pan blanco que una cucharada de azúcar, pues, aunque se vean y sepan diferente, una vez que se consumen el cuerpo los procesa como si fuesen exactamente iguales; y es que el pan blanco está hecho a base de harina refinada, que no es más que una cadena de moléculas de azúcar que se rompe muy fácilmente.

Cuando comemos pan blanco se elevan los niveles de glucosa en sangre, el cuerpo segrega una respuesta de insulina elevada, y esta hormona no solo estimula el apetito, sino que además favorece los depósitos de grasa, lo que no es para nada positivo.

Sin embargo, existe una alternativa mucho más saludable y se trata de la versión integral. El pan integral está hecho a partir de un cereal o grano entero, por lo que aporta muchísima fibra, el proceso digestivo se hace mucho más lento, lo que es ideal para controlar el apetito, y los niveles de glucosa e insulina se mantienen estables. Además, al ser alto en fibra, contribuye a disminuir los niveles de colesterol malo (LDL) y ayuda a combatir el estreñimiento.

Antes de comprar el pan, es importante que leas la etiqueta del producto, ya que muchas veces las empresas mezclan harina refinada con harina integral para minimizar los costos.

Ahora ya sabes que, aunque los dos son panes y sirven para comer, hay una opción mejor que la otra, que es más nutritiva y que aporta mayores beneficios para tu salud.

 

Imagen vía supermaxi

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Publicado originalmente en el sitio Web de Sascha Fitness.